sábado, 4 de julio de 2009

Rafael Poleo-Centro América empieza por Honduras



La crisis de Honduras, un pequeño país latinoamericano agobiado por la injusticia, la pobreza y la confusión política, está poniendo en evidencia la inutilidad de la Organización de Estados Americanos en su versión actual. Todo un entramado de hipocresía ha quedado a la vista: la doble y triple moral de los gobiernos que la integran, la debilidad ética de su burocracia. No se puede creer en la OEA tal como está. O se la reforma o se le da la espalda. Como no hay acuerdo para reformarla -en la América de hoy no hay acuerdo para nada-, se terminará por no hacerle más caso.

La mayoría de los regímenes del área han reaccionado con pánico. El espectáculo es el del gallinero donde ha entrado un zorro. Se desató el temor de la clase política al estamento militar. Ese temor es la clave de toda conducta política en Centroamérica y el Cono Sur, sin excluir totalmente al resto. Aquí los políticos viven temerosos de perder otra vez el poder formal que se les fue de las manos en los años setenta, cuando lo dejaron caer en el arroyo, de donde lo recogieron los militares. (Esto no lo digo yo. Lo dijo Betancourt en un congreso de la Internacional Socialista realizado en Caracas en 1975, cuando las Fuerzas Armadas estaban asumiendo el poder en países claves: No siempre los militares asumen el poder por ambición y codicia. Con frecuencia ocurre que lo recogen del arroyo donde lo dejaron caer los políticos. Palabras más palabras menos, eso dijo allí Rómulo en un análisis invocable igual por Chávez que por Pinochet).

Frente al derrocamiento de Zelaya cada uno ha reaccionado de acuerdo a sus intereses. Europa lo condena porque los empresarios del Viejo Continente apoyan cualquier movimiento anti-yanki en América, democrático o no, con tal de que les abra la posibilidad de reconquistar estos mercados de donde hace más de un siglo los echó Teodoro Roosevelt. España y Francia les venden el alma al diablo con tal de colocar unos avioncitos o unos tanqueros. En cuanto a los burócratas de la OEA, se movilizan de acuerdo a los dos parámetros que condicionan su existencia. En primer lugar, los votos de gobiernos de los cuales dependen sus cambures. En segundo lugar, sus obligaciones con Don Regalón, personaje que cada tanto les arrima la canoa. Es que las jubilaciones de esos organismos internacionales no alcanzan para retirarse en Palm Beach.

La alharaca no durará mucho. Cuando se analicen los hechos podrá verse que la analogía es con la destitución de Carlos Andrés Pérez en 1993. Una destitución del jefe del Ejecutivo ordenada por los otros dos poderes -Judicial y Legislativo-, cuando el jefe del Ejecutivo viola la Constitución para eternizarse en la presidencia. Los militares cuidan de aparecer como obedientes ejecutores del superior mandato civil, desapareciendo pronto de la escena. Diga la Unión Europea, diga el Cono Sur, si son o no son independientes y si son o no son poderes los tres poderes del Estado democrático.

Lo del bloqueo diplomático es estúpido. ¿Qué puede importarle a un pequeño país la interrupción de sus relaciones internacionales? Así ahorrará en esa cosa inútil que el cuerpo diplomático representa en estos tiempos cuando los diplomáticos no tienen acceso a las fuentes de información que sí domina la gran prensa y las comunicaciones entre gobernantes son directas e instantáneas. No hay embajador latinoamericano capaz de elaborar un informe más sólido que el que “The Economist” publica cada semana, ni presidente que utilice algo distinto del teléfono cuando quiere hablar algo importante con uno de sus homólogos. En cuanto al bloqueo económico, es inocuo además de inmoral. Para superar el trance, la mínima economía hondureña no necesita más de 500 millones de dólares, suma modestísima si se considera lo que está en juego, que es mucho más que Honduras. Eso se le hará llegar en tres o cuatro triangulaciones, y nadie lo sabrá. Colombia, México y Brasil harán el trabajo. El Banco Mundial no interrumpirá la ayuda. La OEA se pondrá en evidencia si ordena (¿?) bloquear comercialmente a un gobierno transitorio que convocará a elecciones dentro de cinco meses, cuando acaba de suspender el bloqueo a una sórdida y criminal tiranía donde las elecciones consisten en marcar el nombre de éste o aquél camarada en la única lista de un único partido. ¡Vamos a respetarnos, coño!

Ver a Chávez invocando la Carta Interamericana es el espectáculo más divertido en este rincón del planeta donde la política desde hace tiempo es un festival bufo. Tanto más si le hacen caso en una comunidad de naciones que descaradamente ha ignorado esa Carta cuando quien sistemáticamente la viola es el régimen que les regala petróleo y les compra bonos chimbos. O sea, que para la causa democrática no sólo es bueno que a Zelaya le pararan el trote en su maniobra reeleccionista -ése es el meollo del problema-, sino que a propósito del incidente se exhiban estas pústulas y así se desmitifiquen los gavirias, los inzulsas y toda esa fauna de traficantes inmorales, ociosos profesionales, pomposos chulos profesionales de carrera, que medran enquistados en los organismos internacionales.

Chávez, quizás por indicación de los hermanos Castro, se ha dado cuenta de que la discusión le perjudica. Por eso no acompaña a Zelaya en el acto de su entrega a las autoridades hondureñas que le juzgarán. Sabe que él es el punto débil de Zelaya. Si a Honduras se le llega a lo hondo, aparecerá la ingerencia venezolana en Centro América. ¿Esa vaina no será una trampa del Imperio? De repente Lula y Bachelet, los dos apoyos con fuerza moral, dicen: “Ah…Yo no sabía eso…”. Mejor hablamos de otra cosa. Pero los hondureños no dejarán que el Insulza les cambie la conversación. Mientras analizan la constitucionalidad de la medida pasarán los meses que faltan para las elecciones de noviembre y en la discusión que está planteada saldrá a la luz la intervención de Chávez en toda Centro América. México, Brasil y Chile se retirarán del ruedo -los demás son monte y culebra.

Como todo es agua para el molino de Dios, la sombra amenazante de Chávez, que su utilidad tiene, obligará a la clase dominante hondureña a compartir el pan con los pobres de ese país, que son demás. Eso está en la línea de Obama. Al fin de la película, sin justicia social no habrá democracia, lo cual nunca debe olvidarse.