sábado, 13 de febrero de 2010

Manos blancas, contra manos sucias


Manos blancas son también manos limpias, y debe ser en esta última acepción que Chávez le ha declarado la guerra al símbolo que, desde que decidió instaurar su ominosa dictadura en Venezuela, viene acorralándolo.

Manos de jóvenes, de estudiantes, puras, sin callos ni maltratos y sin otra certeza que, de mantenerse quietas, inmóviles e inactivas en poco tiempo serán esposadas y llevadas a tribunales controlados por sicarios judiciales que los enviarán a cárceles o los forzarán al exilio.

Como las que una vez alzaron el vuelo para ponerle fin a la dictadura de Juan Vicente Gómez o comenzar la cuenta regresiva que acabó con el gobierno tiránico de Marcos Pérez Jiménez

Manos aptas para aprender y enseñar, para abrirse y liberar, para crear y pacificar y en ningún sentido identificadas con la represión y la violencia que desde hace 11 años vuelve añicos las libertades, los derechos humanos y el futuro de los venezolanos.

Manos libres y frente a Chávez, frente al militar en uniforme de combate, con boina y fusil y que vomita amenazas, guerras, batallas, revoluciones, rodeado de congéneres tan o más violentos que él, o de empleados públicos presionados por la soga del empleo a perderse, si no asisten a un acto más en una puesta en escena donde la comedia casi no tiene tiempo de cambiar de trama, textos, ni personajes.

Un Chávez asustado, miedoso y aterrorizado en definitiva, como que sabe que ya el tiempo no le alcanza sino para amenazar y reprimir, para vociferar que tiene tanques y aviones, sicarios y mercenarios y hordas de civiles que pueden salir a sembrar el pánico y la destrucción como la que sufrieron los merideños hace tres semanas.

Dos estudiantes muertos y veintenas de heridos, urbanizaciones tomadas a punta de balas, e instituciones de la ULA, de la gloriosa Universidad de los Andes, arrasadas por el fuego que consumió archivos, historias e incunables.

Del humo tratando de callar las voces de Don Tulio Febres Cordero, Mariano Picón Salas, Pedro Rincón Gutiérrez, Freddy Siso, William Dávila y Léster Rodríguez.

En breve, una fuerza de ocupación secundada por individuos al margen de la ley y con licencia para matar de currículo cincuentenario como Ramiro Valdés, o de este corruptísimo, Julio De Vido, vergüenza de su país y de América latina, que después de ayudar a sus amos, los Kirchner, a que Argentina amaneciera el jueves importante carne de Uruguay, viene y que a contribuir a solucionar la crisis eléctrica venezolana.

¿Cuántas turbinas, o piezas de turbinas obsoletas, o de termoeléctricas ya convertidas en chatarra, de tendidos o estaciones de los años 50, 60 0 70 le venderán a Chávez como nuevos, de última generación, al sabio que descubrió que la solución de los problemas de la alta tecnología no está en los países que crearon la alta tecnología, sino en sus subsidiaros, en los que la importan y precariamente la imitan, como pueden ser Rusia, China, o sencillamente la piratean como Cuba e Irán?

Países que, por esas mismas razones, no logran disponer de un servicio eléctrico adecuado, en algunos de los cuales se hacen esfuerzos para que deje de ser así, como Rusia y China y en otros, como Irán y Cuba, se somete a la población a feroces racionamientos que prácticamente hacen el suministro prácticamente inexistente.

Pero mitificados por este venezolano de otros siglos que no sabe que existieron Tesla y Edison, Ricardo Zuloaga y el Curro Aguerrevere e ignora a General Electric, Westinghouse, la gigante suiza-sueca ABB y la española Abengoa, responsables, sin exageraciones, de que el Tercer Mundo civilizado sea una parte del planeta cada vez más iluminado.

Cuba, el mejor ejemplo de lo contrario, con sus ciudades y pueblos casi oscuras, con su economía y servicios colapsados, sobreviviendo con las ayudas que le envía Chávez y asolada por una gerontocracia que no quiere oír hablar de otra cosa que de represión y controles, de eternidad y momificaciones, de medicina para los moribundos pero no para los que van a nacer, y empeñada en perpetuarse en la simplezas de un militar venezolano de baja graduación que en mucho sentidos es mayor que ella, en cuanto que, es un premarxista, prelógico y premercantilista.

De ahí que esté, la gerontocracia, emigrando y refugiándose en Caracas, integrándose a los equipos de un gobierno para el cual la agenda básica es política pero no económica, ideológica pero no humana, extranjera pero no nacional, histórica pero no real, instrumental pero no conceptual.

Una congregación esperpéntica que apenas podría rastrearse en las “pinturas negras” de Goya, lo cual explica, por qué en vez de la luz busca las sombras; de la globalidad, la localidad; de la transparencia, el misterio; de la apertura, los cerrojos; de la inclusión, la exclusión; y de la discusión, la imposición.

La crisis del sistema eléctrico venezolano…Y que situación más apropiada para corroborar la inviabilidad e ineficiencia del llamado sistema socialista en todas sus expresiones, sea que se intente instaurar en países inmensamente pobres como Etiopía, medianamente pobres como Cuba, o entre pobres y ricos, como la Venezuela prechavista.

Ejemplo, este último, de que se trata de un modelo de planificación centralizada altamente ineficiente, que incinera recursos, energía y oportunidades con la eficacia de una explosión piroclástica que solo deja a su paso desolación, hambrunas, desigualdad, injusticias y violaciones gigantescas de los derechos humanos.

La Rusia soviética, la China de Mao, y los países de Europa del Este de la época de la utopía marxista, lo corroboran y dejan claro hacia donde se dirige Venezuela, si los venezolanos no ponen fin a la autocracia.

De ahí, que sea también indesligable del establecimiento de dictaduras totalitarias que arrasan con las libertades colectivas e individuales en general y con la libertad de expresión en particular, en tinglados donde solo hay una voz y una sola orden, de modo decir que los atropellos, las tropelías y abusos que se comenten con el respaldo de la voluntad popular.

Todo lo que vimos, en definitiva, en Fuerte Tiuna, el pasado jueves 4 durante el ritual de celebración del golpe de estado del 92, cuando un militar en uniforme de combate, rodeado de huestes armadas y preparadas para la represión y de civiles, algunos ideologizados y otros obligados a desfilar contra su voluntad, hicieron de contraparte a la Venezuela joven, estudiantil, libertaria, y democrática y sin otras armas que la verdad, el coraje, la frescura, y su desprecio por la mandonería y el autoristarismo que destruyen a Venezuela.

Y decidida a vencer, y sin que la intimiden fusiles, anacronismos, cuarteles, uniformes, desfiles, patria o muerte, y todas esas antiguallas que tienen milenios mostrándose ineficaces contra los libres y al final terminan como los grillos de Gómez, y los aparatos de tortura de la Inquisición española, o de los cárceles de Stalin, los campos de concentración de Mao, o la granjas de reeducación de los hermanos Castro.

De todo cuanto, no puede soportar el resplandor de las manos blancas y tienen que reducirse a lanzar amenazas que, aun en el caso de que se perpetraran, están condenadas a la derrota.

MANUEL MALAVER

miércoles, 10 de febrero de 2010

La mano negra





Con el sentido de la oportunidad que lo caracteriza, un presunto
vocero del movimiento estudiantil gobiernero (que lo único que tiene
de "movimiento" es que mueven al mismo bojotico de gente de aqui
pa’llá en autopullman de lujo) está invitando a una marcha el 12 de
febrero y que para demostrar que los jóvenes están cuadrados con
Miraflores.

Respuesta, sin lugar a dudas, al quejío del ciudadano Presidente de la
República en contra de las "manitos blancas" que se le aparecen en el
estadio y hasta en la sopa y, como en el caso de la crisis eléctrica,
nadie en el chavismo sabe qué hacer con eso. Por lo mismo, salen estos
funcionaritos públicos (todos esos supuestos dirigentes "juvenilesª"
tienen cargos en el gobierno) a pasarse de jalamecates e inventan una
dichosa marcha nada menos que un viernes fin de quincena e inicio del
carnaval. Repito: Marcha juvenil obligatoria, fin de quincena, viernes
prerrumba de carnaval.

O sea, chamo. Tas mal.

Después, me cuentan (me lo dijo Carlos Blanco, me lo confirmó Juan
Carlos Zapata, en fin, lo vio una gentará), que el Presidente se puso
unos guantes negros para tomar la espada de Bolivar y demostrar que no
es cierto lo que andan diciendo sus admiradores de las FARC, es decir,
que quien la tiene mas grande soy yo. Pequeño detalle. Se puso guantes
negros. Cabe imaginarlo frente al espejo, dispuesto a acariciar una
vez más a la espada del Padre de la Patria dudando. "¿Si me pongo
estos guantes blancos me irá a regañar Ramonet porque use un símbolo
del enemigo... me irán a sacar con mis manitas blancas en Globovisión
10 veces al dìa...?" Ya se veía, seguramente, retratado en cuanta
primera plana se le atravesara, vistiendo semejante señal de derrota.
Pero igual lo agarró el sin nariz, porque el Presidente optó entonces
por el símbolo clásico del fascismo: los guantes negros, los que no
dejan huellas de delito alguno. La mano negra, la mano peluda, dirían
sus adversarios.

Y es aquí cuando una echa mano del viejo refranero popular y concuerda
en que el ocio es la madre de todos los vicios. Porque hay que estar
bien, pero bien desocupado, por decir lo menos, para andarse
deteniendo en semejantes sandeces, sobre todo cuando es público y
notorio que ninguno de sus "colaboradores" tiene capacidad de maniobra
como para dejarlos, solos solitos, gerenciando cualquier oficina
pública mientras su jefe se distrae frente al guardarropa y sus
connotaciones fashionpolìticas.

Que con guantes blancos sí debería andar, señor Presidente, pero no
para rezarle a Bolìvar o sumarse a las protestas estudiantiles, sino
para rozar con el índice las cuentas de sus ministros y funcionarios
más cercanos para ver cuán sucias están, como hacían antes las amas de
casa para descubrir el polvo sobre los muebles. Guantes blancos, señor
Presidente, para abrir silenciosamente la oficina del Contralor
General de la República y averiguar si ese ciudadano sigue con vida o
le dio un soponcio sobre el escritorio y nadie se ha percatado de
ello. O para visitar los barrios y darle la mano a sus votantes, sin
miedo.

O dársela a los presos de El Rodeo, sin asco.

Yo, por lo pronto, propongo que los usemos otra vez. Que andemos cual
Audrey Herpburn, no sólo evitando gérmenes o militando silenciosamente
en la elegancia, sino apoyando a los estudiantes y, de paso, ayudando
a algun empresario de esos que se fajan a producirlos y generar
empleo.

Quien quita si a punta de miles y miles de manitos blancas terminemos
reconstruyendo al país.



Elizabeth Fuentes

miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Y la Soberanía qué?



Editorial Analítica.com

Miércoles, 3 de febrero de 2010

Uno de los logros del siglo XX fue acabar con el colonialismo en todas sus manifiestaciones, tanto el de las antiguas potencias europeas como el de las diversas manifestaciones de los imperialismos. Ahora resulta que en nuestro país , de manera larvada, hemos venido entregándole la soberanía a los cubanos. Ya se sabe que quiénes manejan la salud, controlan la fuerzas armadas, las oficinas de registro y las notarias y ahora se pretende que también se encarguen de la energía, son funcionarios cubanos.

El reciente nombramiento de Ramiro Valdés para presidir la comisión energética es un insulto al país por dos razones. La primera es que Cuba no tiene nada que enseñarle a Venezuela en materia de energía. Basta recordar que la presa de Guri fue construida por una empresa venezolana y que los ingenieros que participaron en su construcción y puesta en marcha han asesorado a muchos países incluyendo, entre estos, a Brasil y China. La segunda razón es recordar quién es Ramiro Valdes, alias Ramirito.

Este personaje es la expresión mas retrógrada de la revolución cubana. Fue el ministro del interior jefe del G2 de triste memoria por la represión que manejó en Cuba entre los años 1961 y 1968. Ahora es el ministro de comunicaciones al que se considera como el principal artífice de la censura en Internet. Además qué puede saber de electricidad este personaje cuando en Cuba a más de 50 años de la revolución los apagones son la norma, al punto que, con el característico humor cubano los llaman los alumbrones para referirse a cuando por fin regresa la luz.

¿Será que ya el Presidente Chávez decidió entregarle control definitivo del país a los cubanos?. ¿Desde cuándo un país soberano puede ser tal si es gobernado por otro?. ¿Por qué no se quita de una buena vez la careta y termina por decretar que, de ahora en adelante, ya no somos Venezuela sino Cubazuela.?

Ca Chi Chién




“Ningún poder sobre la Tierra derrumbará al Reich porque sigo el camino fijado por la Divina Providencia. El Reich durará mil años”.Adolf Hitler, 1943, dos años antes de la caída del III Reich.

Cien años menos que el Tercer Reich de Hitler estima Hugo Chávez que durará su revolución: nada menos que 900 años. Ca Chi Chién, Ca Chi Chién, como dicen los chinos del cable. Na’guará, como dice todo el país que escucha con asombro al Presidente hacer este cálculo preliminar, en sus monodisertaciones en cadena: “Tengo 55 años, 11 años de presidente. Los próximos 11 años, si Dios lo quiere así, yo prometo cuidarme un poco más, y si ustedes lo quieren, 11 años. Dentro de 11 años yo tendré 66 y tendré 22 de presidente. Si dios lo quiere y ustedes lo quieren así (…) Los 11 años que vienen no quiero ni pensar, porque serían 77 y 33 (de presidente)”.


Yo creo en la historia, creo que se repite como un péndulo imparable, creo que ciertos personajes se levantan de siglo en siglo para continuar la lucha eterna entre el bien y el mal y creo que los pueblos han demostrado que aunque sea tardíamente, siempre escogen el camino que más les conviene y lo cambian cuando no les gusta. El caso Hitler es una gran lección para todos los planetarios que quieren someter a sus pueblos y eternizarse en el poder.

Adolf Hitler era un humilde muchacho austríaco, autodidacta y campesino, que fracasó como pintor. Vio crecer sus prejuicios racistas en Viena, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por completo incomprensible. En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial. La derrota le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, llamando traidores a los demócratas de la república. Fundó un partido que se declaraba nacionalista, antisemita, anticomunista, antisocialista, antiliberal, antidemócrata, antipacifista y anticapitalista. Muchos “anti” juntos en este pasticho ideológico.

En 1923 fracasó en un primer intento de tomar el poder desde Múnich, apoyándose en milicias armadas. Fue detenido, juzgado y encarcelado, aunque tan sólo pasó en la cárcel un año y medio, tiempo que aprovechó para plasmar sus estrafalarias ideas políticas en un libro titulado Mi lucha. En esa época recluta a colaboradores fieles como Goering, Himmler y Goebbels. La profunda crisis económica y las dificultades políticas de la República de Weimar le proporcionaron seguidores entre desempleados y descontentos dispuestos a escuchar su propaganda demagógica, envuelta en una parafernalia de desfiles, banderas, himnos y uniformes. Combinando hábilmente la lucha política legal con el uso ilegítimo de la violencia en las calles, los nacionalsocialistas o nazis fueron ganando peso electoral hasta que Hitler -que nunca había obtenido mayoría- se hizo confiar el gobierno por el presidente Hindenburg en 1933. Desde la Cancillería, Hitler destruyó el régimen constitucional y lo sustituyó por una dictadura de partido único basada en su poder personal. El Tercer Reich fue un régimen totalitario y racista.

Hitler se hizo nombrar Föhrer o ´caudilloª de Alemania y obligaba a jurarle lealtad al ejército y a todos los ciudadanos. La sangrienta represión contra los disidentes culminó en la purga de las propias filas nazis durante la ´Noche de los Cuchillos Largosª y la instauración de un control policial total de la sociedad, mientras que la persecución contra los judíos culminó con su exterminio sistemático. La política internacional de Hitler fue la clave de su prometida reconstitución de Alemania, basada en desviar la atención de los conflictos internos hacia una acción exterior agresiva. Se alineó con la dictadura fascista italiana, con la dictadura española de Franco y completó sus alianzas con la incorporación del Japón en una alianza antisoviética, para formar un eje de poder. Se retiró de la Sociedad de Naciones, rechazando sus métodos de arbitraje pacífico y se dedicó a invadir todos los países europeos vecinos. Tras engañar a la diplomacia occidental prometiendo no tener más ambiciones, ocupó Checoslovaquia y Lituania.

Pese a que nunca había estado en el extranjero ni hablaba ningún idioma, Hitler consideró siempre la política exterior como algo de su exclusiva competencia. Su desconfianza llevó a que prescindiera progresivamente de los servicios de los diplomáticos profesionales alemanes. Cuando Francia y Gran Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra Mundial, Hitler se hallaba en el tope de sus ambiciones y delirios. Adorado por las masas, endiosado por sus seguidores, creía que lograría la hegemonía mundial bajo su bota. Solía compararse con Jesucristo y sus discursos eran de un mesianismo delirante: “Soy titular del mandato de la Providencia”. A medida que se perpetuaba en el poder su comportamiento era cada vez más paranoico. Sus colaboradores lo comentaban en voz baja pero seguían alabándolo porque le temían. Un grupo de militares intentó un atentado, Hitler se salvó de milagro. Esto lo hizo más desquiciado, veía enemigos en todas partes y comenzó a tomar decisiones catastróficas, como intentar invadir Rusia. Derrotados todos sus proyectos, Hitler vio cómo empezaban a abandonarle sus colaboradores. Incapaz de aceptar la derrota, sin humildad para rendirse, cargando sobre sus hombros un genocidio, una guerra mundial y la destrucción de su país, optó por la salida cobarde: se suicidó en el búnker de la Cancillería de Berlín.

Pese al inmenso poder que amasó, Hitler y su Tercer Reich duraron 12 años. Bien distante de los mil años ansiados. Ahora éste quiere ocupar 900 años de nuestra historia. Mejor reímos (sin perder de vista los objetivos de reconquista democrática) y dejamos que el régimen siga cada vez más solo, obsesionado bailando al son de su Ca Chi Chién, sin ver como el país se desmorona a su alrededor.


Charito Rojas
Notitarde / ND
Febrero 3, 2010