domingo, 31 de mayo de 2009

La fábula de la avispa




¿ Qué le pasa al Gobierno? ¿Por qué está tan desesperado? ¿Acaso no lo tiene
todo? La Asamblea, la mayoría de los estados del país, los tribunales, el
Poder Moral. Tiene, además, la inmensa fortuna del petróleo, el control
sobre casi todos los de medios de comunicación social, la FAN y las
milicias...

¿Y entonces? ¿Qué más quieren? ¿Qué les hace falta? ¿Por qué están tan
molestos? Porque ciertamente están molestos. Mucho. Viven incómodos,
intranquilos, siempre a la defensiva. Casi estoy por pensar que padecen de
una forma particular de ninfomanía política: cuanto más tienen, más
insatisfechos se sienten. No hay manera de complacerlos. Como los voraces
capitalistas, no tienen límite: siempre desean más.

Los ejemplos sobran. Ganan las elecciones de gobernadores y alcaldes.
Celebran a lo grande. Invierten mucho dinero en demostrar que gozan de
altísima popularidad pero, luego, en vez de disfrutar de su triunfo y
ponerse a trabajar, resulta que están mal, que no pueden, que les resulta
intolerable convivir con los pocos, poquísimos, poderes locales que controla
el adversario. Son mayoría pero todavía están arrechos. Nunca están
conformes. Quizás por eso se empeñan en cambiar la ley electoral, en diseñar
fórmulas que garanticen que vote quien vote ellos siempre serán más.

Otro ejemplo más que evidente es la visita que Mario Vargas Llosa, y otras
personalidades del continente, realizaron a Caracas esta semana. Los
comentarios de algunas de las voces oficiales del poder son deslumbrantes:
el ministro Soto dijo que Vargas Llosa era un "ex intelectual"; Roberto
Hernández Montoya, presidente del Celarg, dijo que el escritor era español y
que renegaba de su nacionalidad indígena. Tanta ignorancia, tanta cobardía y
tanto cinismo no importarían si no fuera porque, además, la oficialidad
cultural venezolana hubiera reaccionado de inmediato organizando un
encuentro express de intelectuales a favor del Gobierno y del supuesto
socialismo del siglo XXI. Así funcionan. A punta de rabia, de resentimiento.
Da cierta vergüenza que el plan nacional de la cultura se mueva por
retruque, que esa sea una de las prioridades de la revolución: estar
picados.

Así andan todo el tiempo. Según lo denunciado por el diputado Ismael García,
esta semana en la Asamblea Nacional, el Gobierno controla centenares de
medios (televisoras, radios, periódicos) en todo el país.

Pero en vez de estar contentos, trabajando, desarrollando esa plataforma, se
encuentran nuevamente furiosos, enojados, con la saliva llena de alambres.
No soportan que exista Globovisión. Les resulta inadmisible esa pequeña gota
dentro de su mar de felicidad. Siguen molestos.

Lo mismo podría decirse de la inseguridad, de los sindicatos, de la
economía, de la Iglesia, de las relaciones internacionales... Pregonan el
amor, dicen jajajá, pero siempre andan arrechos. Cada día más. En guardia. A
punto de pelea. Mientras, la mayoría de los venezolanos que apoyamos o no
apoyamos al Gobierno los observamos con genuino estupor. Nos gustaría saber
qué les pasa, por qué están así.

Esta semana he encontrado una probable respuesta recordando uno de los
divertimentos rimados que escribió Aquiles Nazoa. Se trata de la "Fábula de
la avispa". La pieza narra la historia de una avispa que cae en un vaso de
agua: "Pero nuestra avispa,/ Nuestra avispa brava,/ Más brava se puso/ Al
verse mojada./ Y en vez de ocuparse/ La muy insensata/ De ganar la orilla/
Batiendo las alas/ Se puso a echar pestes/ Y a tirar picadas/ Y a lanzar
conjuros/ Y a emitir mentadas,/ Y así, poco a poco,/ Fue quedando exhausta".

Me temo que quizás eso le pasa ahora al Gobierno.

Después de diez años, con la grosera cantidad de dólares que ha recibido,
con toda la concentración de poder que ha logrado, finalmente no ha podido
arañar ni siquiera sus promesas. La miseria sigue siendo nuestro destino.

El mejor indicador de esto son las elecciones. La guerra diaria de encuestas
forman parte de la excitante videocracia en que vivimos. Los resultados
electorales, de 1998 a 2009, pueden ser un mejor parámetro para medir la
pérdida de fe de los venezolanos.

Eso no lo pueden cambiar...

Aunque chapoteen mil veces. La inoperancia en la gerencia pública no la
pueden cambiar. Por más que muevan sus alas. No saben cómo salir de la
realidad: ese cruel vaso en el que estamos.

"Tal como la avispa/ Que cuenta esta fábula,/ El mundo está lleno/ De
personas bravas,/ Que infunden respeto/ Por su mala cara,/ Que se hacen
famosas/ Debido a sus rabias/ Y al final se ahogan/ En un vaso de agua".

ALBERTO BARRERA TYSZKA

martes, 26 de mayo de 2009

Yo no sabía



Una de las tragedias silentes, aunque visibles, del pueblo alemán ha sido la condena que le ha hecho la historia por su aparente indiferencia ante la barbarie nazi. A no dudarlo ha habido defensas que han alegado ignorancia sobre lo que sucedía por parte de la ciudadanía. Sin embargo, cuando se conocen la magnitud de los asesinatos en los campos de concentración y los ataques, en sitio, a la población judía es difícil aceptar la teoría del “yo no sabía”.

Más de 60 años han pasado desde el Holocausto. Seguramente quedan hoy muy pocos testigos y víctimas de aquellos nefastos acontecimientos. No obstante, el sentimiento de culpa ha sido transferido de una generación a otra y, todavía, el pueblo alemán recibe críticas por lo que los vivos de hoy no tienen responsabilidad alguna. Pero así es la historia, intemporal y colectiva en sus castigos.
Todas las culturas sufren, en algún grado, del síndrome “yo no sabía” como coraza para no reconocer lo que está a la vista. Los venezolanos no somos una excepción y la tranquilidad con la que parte de la población voltea para otro lado ante los desmanes del régimen, hace evidente ése síndrome. Veamos:
“Yo no sabía” que sin razón habían cerrado Radio Caracas Televisión y que Globovisión está amenazada con igual destino.


“Yo no sabía” que se perseguía, agredía y encarcelaba a periodistas por el “delito” de informar.


“Yo no sabía” que habían numerosos presos políticos por juicios amañados y otros sin sentencia.


“Yo no sabía” que se han confiscado tierras y empresas de personas con legítimos títulos de propiedad.


“Yo no sabía” que el régimen perdió un referendo sobre reformas a la Constitución y luego introdujo esas mismas reformas a través de Leyes Habilitantes.


“Yo no sabía” que el régimen miente descaradamente sobre los niveles de producción de PDVSA.
“Yo no sabía” que se pretende adaptar los programas de educación al dogma del socialismo del siglo XXI.

“Yo no sabía” que el Presidente ha sometido a su exclusiva voluntad las decisiones que, en forma autónoma, deberían tomar los poderes públicos.

“Yo no sabía” que el régimen compra y amenaza a los empleados públicos para que voten a su favor.

“Yo no sabía” que el Presidente le ha sustraído inconstitucionalmente atribuciones a los gobernadores y alcaldes y ha disminuido de manera grotesca las competencias del Alcalde Mayor.

“Yo no sabía” de la corrupción galopante que existe en todas las entidades del régimen.

“Yo no sabía” nada de lo anterior y mucho más de lo que sucede hoy en Venezuela. Pero llegará el día cuando la realidad nos golpeara inclementemente, entonces algunos dirán: “Yo no sabía que la vaina era tan grave” y otros alegarán que es imposible aceptar como verdad el “yo no sabía”. La alternativa es peor: “yo sí sabía pero no me importó”.

Hay que despertarse del sueño del “yo no sabía” y empezar a asumir la responsabilidad individual que todos tenemos por el desastre colectivo que hoy sufrimos. Las uvas están maduras y no hay esfuerzo de imaginación posible que las convierta en otra cosa. Es hora de mirar de frente a la enorme tragedia que como sociedad padecemos hoy: la pérdida progresiva de nuestra libertad individual. Samuel Johnson lo dijo en inolvidable síntesis: “la libertad política sólo es buena si produce libertad privada”. Hay que actuar sin temor convencidos de que el régimen no cambiará de rumbo porque contemporicemos con él. Recordemos a Churchill y su definición del apaciguador: “Es aquel que alimenta un cocodrilo con la esperanza de que se lo coma de último”.
A buen entendedor…


AQC

¡Somos tan decentes!




Nos reciben ogros, pero somos tan decentes. Expropian aquí y allá, pero somos tan decentes. Allanan, persiguen y abren toda clase de juicios, pero somos tan decentes. Se insulta y se dicen groserías a más no poder en cadena nacional, para que los columnistas que son tan decentes exclamen que nosotros somos decentes. Avanza el terrorismo de Estado, pero nosotros somos muy decentes. Nuestras "marchas" son tan decentes que contrastan con la rudeza de nuestros adversarios, dicen los plumíferos que son tan decentes.

Somos tan decentes que todo lo hacemos conforme a las reglas de la urbanidad, dicen las señoras tan decentes que ejercen la decencia. Corremos hacia el matadero, pero lo haremos con mucha decencia.

Mienten, hasta el infinito mienten, engañan, falsifican, pero las escritoras tan decentes dicen que no podemos perder la compostura, tenemos que comportarnos como gente decente.

Si llegase el momento de un paredón, lo principal será marchar hacia él con mucha decencia. La decencia es la condición esencial para que brote un liderazgo. Como esta gente se ha portado con tanta decencia al "marchar", pues ellos deben ser los líderes, ya que lo hicieron con gran decencia. Al fin este país tosco nos ha dado un ejemplo de decencia. Quienes nos han dado un ejemplo de decencia nos han mostrado que para enfrentar la dictadura hay que ser muy decente y dialogar con ella guardando el buen comportamiento y la decencia.

La marcha tan decente ha podido tener más éxito del que tuvo, pero es que la otra parte era tan indecente. El contraste está dado, los parámetros definidos, la polarización delineada: nosotros somos tan decentes y ellos son unos indecentes.

Hemos llegado a la máxima expresión de la historia: somos tan decentes. La sociología ha sido definida: ellos son indecentes y para ser líder de este país frente a los indecentes hay que ser muy decente. Una cosa que en otro tiempo se llamaba habilidad política se reduce hoy a ser decente. Lo que en otro tiempo se llamaba capacidad de liderazgo se limita hoy a ser decente. Lo que antes se llamaba transformación para evitar que nos transformen por la fuerza y nos reduzcan a nada, ahora se llama guardar la compostura, actuar como damas y caballeros en un tinglado regido por el Manual de Carreño.

Nosotros somos tan decentes que cumplimos con todo lo que nos piden. Si quieren nuestros documentos en determinado tipo de papel, pues cumplimos porque somos muy decentes. Si nos dicen que nos desviemos por allí, pues nos desviamos porque somos muy decentes. Al cumplir con todo demostramos que somos muy decentes.

Ahora a los errores políticos se les llama decencia. Ahora a las metidas de pata se les llama decencia. Ahora a la falta de visión estratégica se le llama decencia. Ahora cuando uno ve tanta decencia se lanza a exclamar "apareció el liderazgo que es tan decente".

"Avergüenza que todavía haya en Venezuela quienes se consideren intelectuales y aborrezcan del por ellos llamado `neoliberalismo", estúpida fórmula con que –quienes dicen esto- encubren la desidia, la irresponsabilidad y la estulticia.

Quienes son tan cortos de mira son unos indecentes. Ya no sirven ni para aliados de ocasión.

Teódulo López Meléndez

viernes, 22 de mayo de 2009

Emboscadas (¿Constituyente?)


Chávez ha ido imponiendo su modelo de emboscada en emboscada.

Nada de batallas ni confrontaciones, según las reglas de la guerra convencional. En 2004 recordó la acción de Ezequiel Zamora en Santa Inés durante la Guerra Federal para enfrentar el reto del referéndum revocatorio. Aquella celada zamorana se considera un antecedente de lo que ahora se conoce como "la guerra asimétrica". Cuando convocó a la consulta sobre la reforma constitucional en 2007 utilizó los poderes habilitantes que le fueron conferidos por la Asamblea Nacional como un "plan B".

Derrotado, pasó a la activación de de leyes para establecer ­más allá de la inconstitucionalidad de ellas­ una legalidad paralela.

Después de los resultados de las elecciones regionales del 23 de noviembre de 2008 que le fueron adversos en regiones electoralmente estratégicas, convocó al referéndum del 15 de febrero para la reelección indefinida. La sociedad democrática fue tomada por sorpresa y los poderes bajo control del oficialismo actuaron para condicionar el desenlace de la votación en una dirección que ya se conocía de antemano. Chávez ha interpretado el hecho como un voto de confianza al proyecto del socialismo del siglo XXI. En los últimos meses ha venido rematando este andamiaje legal con las leyes aprobadas y por aprobarse en la Asamblea Nacional. Ahora gobierna con una constitución de facto y convierte en papel, tempranamente envejecido, el texto de 1999.

¿Cuál será la próxima sorpresa? En medios muy cercanos al mandatario se maneja la pertinencia de llamar a una Constituyente para relegitimar todos los poderes y refundar el Estado sobre nuevas bases. Se declararía por la vía constitucional la "República Socialista Bolivariana de Venezuela" y se incorporarían a una nueva constitución todos los cambios implícitos en las últimas leyes, se saltarían las elecciones previstas y se alargaría el período del mandato presidencial.

¿Permitirá la nación una conversión de esta naturaleza? No cabe la menor duda de que la mayoría de los venezolanos se opone a una propuesta anacrónica y que es contraria a su tradición libertaria y democrática. Pero hasta ahora la estrategia de las emboscadas y de gobernar al "borde del abismo", como le gustaba a Mussolini, le ha sido demasiado útil durante diez años como para proponerse diez años más, cuando menos.

MANUEL FELIPE SIERRA - El Nacional

SE INAUGURA EN LIBANO UN RESTAURANT CON EL NOMBRE DE HUGO CHAVEZ


La Embajadora Zoed Karam D. asistió a la inauguración

Un ciudadano libanés decidió dar el nombre de “Hugo Chávez” a un restaurant de comida rápida libanesa inaugurado recientemente en Dahie, área al sur de la ciudad de Beirut que fue una de las más castigadas por los ataques israelíes que se produjeron durante la guerra del verano de 2006, ocasionando grandes pérdidas humanas y materiales.

La decisión de dar el nombre de “Hugo Chávez” al restaurant constituye una nueva muestra de la enorme popularidad de la cual goza en el Líbano nuestro Primer Mandatario Nacional, expresada en esta ocasión mediante el sincero homenaje de un ciudadano común al Presidente Hugo Chávez Frías por las firmes posiciones de apoyo al Líbano y Palestina adoptadas ante los cruentos ataques israelíes contra el Líbano, en julio-agosto de 2006, y contra la población palestina indefensa en la franja de Gaza, en enero de 2009, los cuales dejaron miles de víctimas civiles, entre ellas gran cantidad de mujeres, niños y ancianos.

Anexo se pueden observar algunas fotografías del emotivo acto de inauguración del restaurant “Hugo Chávez”, al cual asistió la Embajadora de la República Bolivariana de Venezuela en el Líbano, Zoed Karam D., otros funcionarios de la Misión Diplomática y numerosos vecinos de Dahie.

Para su apertura el establecimiento se encontraba decorado con pequeñas banderas de Venezuela y afiches que mostraban la foto del Presidente Chávez y consignas de nuestro Jefe de Estado relativas a la lucha por la soberanía de los pueblos oprimidos del mundo contra las pretensiones de las potencias imperialistas. El uniforme de los empleados del restaurante incluye franelas y boínas rojas, a la usanza de la vestimenta que lleva frecuentemente nuestro Primer Mandatario Nacional



Nota de prensa de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en Líbano.

Un horror (también ortográfico)


Receta peruana de Don Lucho


En el Perú se dice “arroz con mango” a una desastrosa combinación hecha sin arte de dos elementos contradictorios. Y por perdernos en las palabras, nos perdemos una combinación maravillosa, especialmente en el verano, cuando hay mangos buenos, bonitos y baratos por todas partes.Para refutar la mala imagen del arroz con mango, hoy día cociné este plato, y quedé realmente contento. La refutación incluyó poner especial cuidado en que el arroz con mango no resultara una combinación de esas en las que se pierden los sabores y las texturas. Tal cosa sería pecado grave. No. Lo que hice fue tratar de conservar la identidad de todos los elementos, para que el paladar pueda distinguirlos con absoluta nitidez, perfectamente enfocados.Y dice así: Ingredientes para dos bien taypa (bien servidos, amigos no-peruanos), tres normales o cuatro en dieta estricta:
Una taza de arroz
Un mango grande y maduro, pero no blando.
Un atado de cebollita china (cebollines)
Una pechuga grande de pollo
Sal
Aceite
Harina
Ají limo molido (o pimienta de cayena)
Un palillo entero (o una cucharadita de palillo molido, o cúrcuma como se llama en el resto del planeta)
Preparación.El principio básico de este plato es que cada cosa tiene su propia sazón, que todo se cocina por separado y que sólo se mezcla inmediantemente antes de servir. Así, cada elemento conserva y su sabor propio. En este coro, ninguna voz opaca a la otra.
Arroz. Hágalo como quiera, a condición de que le quede bien cocido y bien graneado. Alicia me hizo el favor de prepararlo mientras yo llegaba a casa, y lo hizo con arroz parboiled en proporción 1/2.5 sólo con sal y palillo rallado, pero sin ajo ni otros condimentos. Siempre le sale impecable, a pesar de que cuando llegó al Perú lo hacía a la uruguaya, donde lo cocinan, aunque usted no lo crea y dios no lo permita, como los fideos, en abundante agua, listo para colar cuando está cocido.
Mientras secaba el arroz, fui preparando todo lo demás:
Cebollitas chinas (las hice como las hacen en México, salteando sólo las cabezas y un poquito de rabo hasta que se tuesten bien tostadas. Mientras se saltean no hay que abandonarlas: el salteado consiste justamente en poner a la comida en movimiento frecuente, en el fuego más elevado de su cocina y en el wok o sartén más caliente que pueda, sin medida ni concesiones. Caliente es caliente. En una taquería mexicana, las harán a la plancha. Bien hechas, por fuera quedan hasta crocantes; por dentro, cocidas pero jugosas. A la hora de comerlas, las muerde uno y están vivas. Ojo: en este punto no las sazoné, a propósito para que no se les ocurra ponerse blanduzcas. Guangas, como se diría en México.
Pollo. Mientras las cebollitas chinas se iban salteando piqué el pollo al tamaño de lo que llaman “nuggets” , lo sazoné bien sazonado con sal y lo enhariné. Pensé en apanarlo, pero no tenía a mano pan rallado
Una vez hechas las cebollitas, las trasladé a un tazón y en el mismo wok calientísimo arrojé el pollo para saltearlo. Igual que las cebollas, lo fui moviendo con frecuencia, esperando que se empezara a poner dorado.
Mango. Mientras salteaba el pollo, pelé el mango y lo corté en cubos del tamaño del pollo o las cebollitas.
En ese punto aproveché para sazonar las cebollas con un poquito de aceite de oliva y sal. Nada más.
Una vez listo el pollo, devolví las cebollitas al wok y dejé el pollo y la cebolla se saltearan juntos durante unos instantes para compartir sutilmente sus sabores.
Ensamblado caliente. En ese punto, ya el arroz estaba seco y graneado, y lo puse a en el wok para revolver un poco más en el fuego. Sazoné con ají en polvo, mezclé hasta que estuviera parejo el sabor y saqué del fuego.
Ensamblado final. Entonces coloqué el mango y mezclé con enorme cuidado para no romper la delicada carne de la fruta, y dejé reposar unos cinco minutos, tiempo suficiente para que todas las temperaturas -arroz, mango, pollo y cebollitas- se emparejaran.
Serví, y regué con unas frutitas secas que se llaman barberry en ingles y en farsi, zereshk. En castellano no tienen nombre. Su nombre técnico es Berberis Empetrifolia
Y eso fue todo. Es más sencillo de lo que la longitud de la receta sugiere, pero quería ser explícito con los procedimientos, porque, como dije al comienzo, mi meta era que el arroz con mango fuera todo lo contrario de una combinación insensata. Y lo fue. Es un plato donde coexisten, sin competir entre ellos y sin que ninguno mande sobre los otros, varios sabores y sobre todo varias texturas.El arroz, granular, ligeramente salado y perfumado por el palillo; el pollo, seco y crocante por fuera, jugoso y tierno por dentro; los mangos, que apenas ofrecen resistencia al diente y que sólo al morderlos sueltan generosamente su sabor; las cebollas, de sabor ahumado al tocar la lengua, y que se separan en capas sucesivas al morderlas. Mmmm. Rico. Lástima que no quedó un granito de arroz.