sábado, 26 de septiembre de 2009

Hablando de dobles caras



Este jueves 24 de septiembre, el mandatario venezolano Hugo Chávez, afirmó ante la Asamblea de las Naciones Unidas que había dos Barack Obama: el que hablaba de la paz en la Organización de las Naciones Unidas y el que promovía bases militares en Colombia.
Para una gran mayoría de venezolanos, esta afirmación bien podría autoaplicársela el presidente Chávez, dado que él mantiene un discurso de paz, unión y amor de cara al exterior, y otro de enfrentamiento, agresión, persecución y violencia con toda la masa poblacional crítica a su proyecto político.

Y si de doble caras se quiere hablar, qué mejor referencia que la de la comunidad internacional y la de sus organismos representativos frente a los problemas de los pueblos.
Es cada vez más frecuente que esa doble faz vaya en vaivén entre la defensa de los derechos democráticos y principios de libertad en la mayoría de los gobiernos y la indiferencia ante el irrespeto de esos derechos de los pueblos.
Pareciera que los gobiernos del mundo han inventado una doble vara para medir el apego de los gobernantes a la Constitución de sus países y a los compromisos contraídos cuando se suscriben tratados y convenios internacionales.
La OEA como la mayoría de los países que la integran, han avalado con su cómplice silencio el avance de una dictadura en Venezuela, que ha expropiado tierras, propiedades y empresas privadas a granel. No han reclamado al mecenas de una buena parte de los gobiernos de este sur del hemisferio, el cierre continuado de medios de comunicación, de la persecución judicial a dueños de esos medios y el acoso a decenas de periodistas. No han cuestionado la totalitaria red de leyes que hoy acoquina a todos los venezolanos. Han mostrado una indigna indiferencia para el caso de los presos políticos devenidos de los hechos de abril de 2002, y de las decenas que se han ido sumando a la larga lista de opositores disidentes encarcelados, entre ellos periodistas, empresarios, políticos, trabajadores, e incluso la última víctima, el estudiante Julio César Rivas. Han hecho mutis frente a las agresivas represiones a manifestaciones de la población que reclaman por el respeto a sus derechos laborales y reivindicaciones sociales. Incluso, han sido complacientes con el descarado acercamiento del mandatario venezolano con consumados déspotas del mundo, protagonistas de hechos de sangre en sus países, tales como dos de los que este fin de semana llegan a la Isla de Margarita. Uno, Muhammad al Gaddafi, militar, déspota, autócrata con 40 años en el poder en Libia. Y el otro, Robert Mugabe, militar, feroz dictador de Zimbabue desde 1980, que ha sumido a la población en 80% de desempleo y una inflación 10.000% anual y ha multado o encarcelado a más de 4.000 empresarios.
Hoy el pueblo de Honduras está sometido a fuertes presiones internacionales, a descaradas injerencias de gobiernos extranjeros en su política interna, a llamadas de insurgencias de sus militares desde gobiernos de la región. En Honduras esa misma comunidad internacional sí esta ejerciendo su potestad de reclamar violaciones a los derechos humanos y constitucionales, que de ser ciertas son absolutamente condenables, mientras voltea la vista cuando estas violaciones se suscitan en otros predios.
Sería hora que esa comunidad internacional uniera las dos varas de medición, para juzgar y llamar al botón tanto a los dictadores de facto como a los dictadores de hecho, por mucho que éstos se ufanen de haber sido "electos democráticamente".

VenEconomía 25Sep09