jueves, 15 de abril de 2010

FAN FARRON




Una joven estudiante de la Unefa, emparentada con un trabajador de
este diario, contó que hace unos días, cuando fue informada de que
debía participar en el acto de "juramentación" de la Milicia, recibió
un arma "que en mi vida he disparado" y que no supo identificar.
¿Kalashnikov? ¿Fal de los viejos? ¿Uzi? "Yo qué se".

Ella asistió, desde luego y dijo "Presente" cuando pasaron la lista.
"No quise correr el riesgo de que me boten". Anécdotas como esta las
hay por docenas e ilustran como es que en verdad funciona la inefable
Milicia Nacional Bolivariana.

Pero el formato del acto, aún a sabiendas de lo fofa que es la tal
"Milicia", no dejaba de producir la siniestra impresión de las paradas
de la SS nazi. Era, probablemente, el efecto que se buscaba.

Creada inconstitucionalmente, puesto que la proposición fue rechazada
en el referéndum de 2007, dio lugar en su momento a los acostumbrados
anuncios hiperbólicos del Supremo. Dos millones de venezolanos,
gritaba este, habrían de formar parte del susodicho cuerpo. Al sol de
hoy, organizados de verdad, según fuentes castrenses, no hay mucho más
de dos decenas de miles de "milicianos".

Para el acto del martes, arreados de todo el país ­como lo
testimoniaban las largas filas de autobuses­, estudiantes de la Unefa,
empleados públicos, trabajadores de empresas del Estado, "campesinos"
y todo aquel que quisiera darse una vueltica por Caracas a cambio de
un estipendio modesto y del kit "revolucionario", vinieron a hacer
bulto en el "Juramento".

Más que para la propaganda y para reforzar el propósito de militarizar
a la sociedad, así como para la intimidación, el acto sirvió también
de escenario para que Chacumbele repitiera su brutal discurso de
siempre, con las consabidas amenazas, asociadas, como es habitual, al
disco rayado del inefable "magnicidio". Nada nuevo bajo el sol.

Teodoro Petkoff