lunes, 19 de abril de 2010

El Bicentenario


Hugo Chávez ha usurpando esos doscientos años que median hasta hoy desde la independencia de la América hispana para su exclusivo servicio, y los ha unido de manera sectaria a su revolución impregnada de comunismo marxista. Levantó una tramoya de cartón, cal, brochazos de fachadas, recubrimiento de huecos y floreros ornamentales al mejor estilo de una fiesta de pueblo aderezada de confites, cohetes y papelillos de colores.


A la tragonería estilo Gargantúa, vendrán los "tírame algo" a elevar, si aún cabe y posible fuera, el ego inconmensurable y el culto a la personalidad del más magno héroe patrio que viera este latifundio de aves anidando en los triviales picos de la cordillera del Ávila.


Alguien dejó dicho – Sebastián Haffner - , y cuando se trata de la Venezuela actual se desnuda esa verdad, es decir, "la autocontemplación y egolatría nacionales, es en todas partes una enfermedad mental peligrosa, capaz de desfigurar y afear los rasgaos de una nación, igual que la vanidad y el egoísmo desfiguran y afean los rasgos de una persona".


Esto sucede de manera cicatera cuando el chavismo, ante el expreso deseo de de su máximo líder, conmemora el Bicentenario de la Independencia – lo cual debiera ser una jornada indivisa de todos y para todos los venezolanos sin distinción ideológica -, sombreado de tonalidades quiméricas anexas a intereses patrioteros imbuidos de una enorme vanidad.


El botafumeiro a la revolución resultará apabulladamente dulzona, mientras las arengas estilo cuartelario, grandilocuentes, fatuas y hueras, reflejarán más de lo mismo: resentimiento, insultos canallescos y la permanencia en el poder hasta que toda la nación marche al unísono de los notas de "La Internacional" y no la Marcha de Radetzky.


Las recientes encuestas nos muestran que el pueblo le ha perdido la confianza a Hugo Chávez y no comparte ya su ideología, la cual pasa por implantar una autocracia forzosa.


El patriotismo mal encarado, nada perspicaz, abusivo en demasía, engañoso, espeluznante en su concepción más básica, es lo contrario al significado del amor a la tierra heredada de nuestros mayores.


Así lo dice Fernando Savater, y ahora, dadas las magras circunstancias por la que atraviesa la Patria Grande de Bolívar, debiéramos asimilarlo como sustentáculo a una verdad irreversible:

"Del sentimiento de amor al propio terruño no se deriva forzosamente la ideología nacionalista, del mismo modo que el incesto no es una consecuencia del amor filial: en ambos casos se trata de desbordamientos morbosos y probablemente indeseables".

Esta fecha independentista - al decir de la Mesa de la Unidad Democrática -, al ser de todos, debería unirnos en una reflexión sincera acerca de los ideales de los fundadores de la nacionalidad, y recordarnos que una República es un proyecto social fundado en la libertad, la igualdad, la justicia y el respeto a una legalidad, que son las bases para vivir y progresar en paz.

Es decir, hablando en criollo: No nos ame usted tanto, Comandante- Presidente; no nos dé huesos calcinados al sol, facilítenos nuestra libertad, esa por la que luchó hasta la muerte en San Pedro Alejandrino el Libertador. No usurpe la gloria de una gesta y la voluntad de un venerable muerto.
Rafael del Naranco