jueves, 22 de abril de 2010
Chuletas de cerdo, pollos y Coca Cola
Aún se discute la autoría de la famosa frase LOS PUEBLOS TIENEN EL GOBIERNO QUE SE MERECEN. Algunos la atribuyen a don Miguel de Unamuno, el frontal y valiente filósofo español que se enfrentara al general Millán Astray cuando, fascista redomado como era, hacía una apología de la muerte. “Venceréis”, le dijo Unamuno al general franquista, manco y derrengado por las balas: “pero no convenceréis”. Otros la atribuyen a Moura, un político, también español, del siglo XIX.
La polémica afirmación me viene a la mente ante la sarta de imbecilidades que los prohombres de ese esperpento llamada ALBA y algunas de sus aliadas se permiten afirmar ante el mundo tan sueltos de cuerpo y sin que se les arrugue el semblante. Tan acostumbrados están estos caudillejos y caudillejas a moverse entre imbéciles, que creen lo más natural del mundo afirmar que hay que comer a diario chuletas de cerdo pues quien lo dice, supuestamente una dama - la ajada presidenta de Argentina doña Cristina Fernández de Kirchner -, asegura tienen propiedades afrodisíacas, lo que además, con un dejo de orgullo barriobajero y prostibulario, afirma comprobar a diario. Razón tiene el capo di mafia que es su socio político, don Néstor Kirchner, en mirar el mundo con ojos desorbitados por el extravío. Verse obligado a diario a dar cuenta de las chuletas de cerdo deglutidas por su esposa y contertulia en la cama de palacio lo tienen mirando en sentidos contrarios.
En Venezuela estamos acostumbrados a esas boutades. Chávez, polvoriento y cuartelero, las suelta con el clásico desenfado de los analfabetas con tanque propio. Desde el “esta noche te voy a dar lo tuyo” hasta el “enróllense sus medios y métanselos por …el bolsillo” hasta su reiterada invocación a las plastas de los escuálidos, ya estamos escamados ante tanta estupidez gobernante. Seguro que aprueba en todos sus términos las afirmaciones de Madame Botox y del en mala hora presidente de Bolivia, Evo Morales. Del cual hasta ahora sólo se sabía que era cocalero, indigenista y castro-chavista hasta el tuétano. Desde hace un par de días sabemos, además, que es experto en sabiduría precolombina, adobada de ocurrencias filogenéticas y ex abruptos cientificoides. Si Stalin se permitió dictar cátedra sobre leyes de la genética y dárselas de primer científico de la URSS, ¿por qué el líder de los cultivadores de coca y presidente por la gracia de dos o tres golpes de Estado debidos a la mano de Castro y Chávez no podría darnos a conocer sus últimas investigaciones en leyes causales de fenómenos tan polémicos como la homosexualidad y la calvicie?
Ya tiene el Papa Benedicto XVI una razón de suficiente peso científico como para disculpar la pedofilia de algunos de sus curas: en el seminario comieron demasiado pollo. Y como la palabra de Evo Morales es santa palabra, quien come pollo termina maricón. Puede que se salve de tan grave desviación, caso en el cual terminará calvo. Pues la ley del pollo no aclara en qué porcentajes sus consumidores terminar gays o pelones, o si es posible que vengan a dar a la desgracia de ser no sólo maricas sino pelados. Instrumento de dominación imperial capaz de destapar las más colapsadas cloacas, la Coca Cola es otro maléfico invento del imperialismo norteamericano. Según la sabiduría cocalera, quien la consume no sólo se subordina al Imperio, sino que ayuda a la disolución de sus propias entrañas.
Estamos a la espera de los dichos de Daniel Ortega y de Rafael Correa, para poder editar la enciclopedia de los imbéciles. Ya Lula escribió su frase de bronce, cuando afirmara en Hamburgo, ante un grupo de empresarios alemanes, que “el gobierno de Hugo Chávez es el mejor gobierno de Venezuela en sus últimos cien años”. Frase digna de un imbécil. Parece ser cierto: los pueblos tienen los gobiernos que se merecen.
Pedro Lastra
ND