miércoles, 17 de marzo de 2010

LA VERDAD, PABLO, SÓLO LA VERDAD





“Yo canto la diferencia que hay de lo cierto a lo falso.
De lo contrario no canto.”
Violeta Parra


Pablo Milanés sabe que los Castros son unos tiranos. Sabe que aherrojan a su pueblo y lo someten a la más espantosa de las dictaduras. Sabe, y al dedillo, los crímenes, abusos y corruptelas que allí ocurren. Detesta hasta el odio a la burocracia estalinista que controla la isla, se embucha lo poco que produce y disfruta de todas las canonjías que da el Poder. Sabe de los aterradores sufrimientos y sacrificios de quienes aún no se arrodillan ante el poder. Sabe de las tremendas privaciones que pasa el pueblo cubano, en nombre del cual los Castro pretenden haber hecho la revolución y haberse mantenido medio siglo en el trono. Privaciones y sufrimientos de los que él ha permanecido exonerado por su talento, su prestigio y su posibilidad de pasar gran parte de su tiempo gozando de la libertad de los pueblos que le permiten ganarse la vida. Todos ellos capitalistas. ¿O es que Pablo se gana la vida cantando en Bielorrusia, Corea del Norte o China? ¿O es que Pablo canta gratis?

Si Pablo Milanés se sabe con detalles la historia de crímenes y abusos de los Castro, cosa que a este escribidor le consta, ¿por qué lo silencia? ¿Por qué insiste en defender a los Castro cuando al verse obligado a levantar su tímida voz de protesta por uno de los miles de asesinatos cometidos por los tiranos señala que “hay que llegar a acuerdos, pero bajo el gobierno de los Castro?”

¿Con qué cara cantará Pablo “POBRE DEL CANTOR” si silencia lo que debiera gritar a voz en cuello? ¿Por qué no asume, ya en el comienzo de su vejez, la voz de la crítica y la decencia y termina por cantar la verdad, sólo la verdad, la verdad de su pueblo contra el gigantesco aparato de la mentira castrista? Raúl Castro y su hermano, querido Pablo, no sólo tendrán la culpa por la muerte de quien hoy está en huelga de hambre. Ya la tuvieron al empujar al suicidio a Zapata Tamayo. ¿Por qué no denuncias ese asesinato de Estado cometido por los Castro contra un modesto albañil cubano, sin otro delito que su disidencia y su inconmensurable valor moral?

Es la traición a un auténtico compromiso revolucionario. Es la triste situación de quien se ha comprometido con la verdad y se ve obligado a amparar la mentira. Es la decadencia y el ocaso de quien desperdicia sus últimos años guareciéndose en las medias tintas y en la silente complicidad con el horror. Tiene Pablo Milanés suficiente dinero, fama y talento como para alzar su voz y decir la espantosa verdad que carga en sus entrañas. ¿Qué espera nuestro querido Pablo para asumir de una vez por todas la voz de la dignidad?

Y el asunto es con Pablo, no con Silvio, canalla ilustrado que se irá a la tumba más como servil y obsecuente funcionario del régimen que como el inmenso talento que en verdad es. Ser diputado de esa asamblea de inmundicias deshonra sus maravillosas composiciones. Como él y su ex amigo Pablo Milanés ya no cumplen con el imperativo categórico de un auténtico trovador, aquel que la Violeta, que ellos y nosotros tanto admiramos, debieran dejar de cantar. Pues como bien dijera la maravillosa compositora chilena: “Yo canto la diferencia que hay de los cierto a los falso. De lo contrario no canto”.
¡Que no canten!

Pedro Lastra