viernes, 13 de noviembre de 2009

Estamos en guerra




“Ciudadanos: estamos en guerra porque como dije antes y es bueno que lo diga y es bueno que lo comprendan. Estamos en guerra, porque ya estamos. ¿Por qué razones? Ustedes me dirán . Y yo les contestaré: por razones fundamentales que todo conglomerado debe entender y son tres: la primera, la segunda y la tercera. Pues así es. ¿Qué cosas verdad?. Pues sí. Razones que son la esencia misma de la realidad de esta lucha, razones por las que todos debemos aportar un granito de arena”. Fragmento de un discurso de Cantinflas en la película “Su Excelencia”.


El miedo por delante
Pues la verdad es que no hay más que pasar la mirada por los números que reposan en los archivos de la policía y que no mienten, para saber que en Venezuela la guerra por culpa de la violencia supera todo cálculo. Hay guerra sin tregua en los barrios y cada semana aumenta el número de familias destrozadas por la muerte de sus hijos, sus nietos, sus hermanos, sus padres, sus maridos. Ningún habitante de los sectores populares sabe si llegará vivo a su casa, si amanecerá en su cama, si le robarán su moto, lo asaltarán en la buseta o lo atracarán en la panadería. Ir a una fiesta de fin de semana es una proeza, celebrar el cumpleaños de un familiar una temeridad, cambiar un cheque en un banco y llevarse el dinero en el bolsillo, una sentencia de muerte. Venezuela es un campo de batalla en donde gana el más fuerte y el mejor armado. Se camina a prisa por las calles. Se maneja en automóviles de vidrios ahumados, alarmas y hasta blindaje a prueba de balas. Nadie puede dudar de que estamos en guerra . Endógena, la llamaría Chávez. La cifra oficial de los homicidios en Venezuela es dramática: 40 por día. Los secuestros han aumentado en un 60%.

Un mitómano de cuerpo entero
El Presidente Chávez es, en definitiva, un mentiroso compulsivo. Como simple oyente del programa dominical, suerte de confesión abierta para embaucar a quienes lo siguen, cual si se tratara de uno de los falsos profetas de ” Pare de Sufrir”, he escuchado mentiras que ya no me hacen reír, como ésta ” si yo no estuviera condenado a muerte como lo estoy, viviría en un apartamentico por ahí..Lo que pasa es que uno está como en el fondo de una cueva, obligado a salir y a entrar como un preso” . Todos lloran y aceptan, porque ” sí, es cierto, lo van a matar, pobrecito”.

El domingo pasado contó que cuando estaba casado con Nancy vivía en un rancho con techo de cartón (como los que describe Alí Primera) y allí nació su primera hija. Vaya mentira, pero surte efecto.

Lo del llamado a la guerra colmó el vaso. Apareció en todos los periódicos del mundo, en todas las pantallas de televisión, en todos los programas de radio. Y él, muy cínico, amaneció diciendo que no es ningún guerrerista y que jamás llamó a sus soldados a empuñar las armas. Una vez más le echó la culpa al imperio, a Uribe y a una intriga mediática.

Lo dicen los especialistas
“Existen cuatro tipos de manifestación de la mentira: la hecha en forma esporádica (todos alguna vez mentimos), la evolutiva (de niño), la que se dice como producto de un padecimiento sintomático (para obtener atención gracias a la creación de un falso personaje) y la efectuada como conducta repetitiva. Esta es la mitomanía, en la que se vive para y por la mentira. El mitómano utiliza la mentira como conducta de vida, falseando la verdad respecto de hechos, cosas y personas con el objeto de hacer un daño. Existen tres tipos de personalidad en donde se asienta esa conducta obsesiva: la psicótica (producto de un delirio), la perversa (la mentira es un instrumento para falsear hechos y dichos) y la neurótica (el otro aparece como alguien que lo tiene todo y se necesita de la mentira para llamar su atención.”

No podría afirmar en qué grupo se debiera ubicar al Presidente porque no soy psiquiatra, pero como su oyente desde hace diez años, me atrevería a colocarlo en el renglón de los mitómanos .

Ayer se contradijo y alivió las tensiones. Mañana volverá con su cantaleta antiimperialista y armará de nuevo un zafarrancho mundial. Hoy se agazapa y mañana salta. Hoy insulta y mañana se arrepiente. Todos los días nos dirá que lo quieren asesinar, que el Imperio nos invadirá por la frontera con Colombia y que de Diosdado depende que Globovisión sobreviva. Para eso, después de humillarlo ante miles de televidentes, lo premió de nuevo con la joya de la corona, Conatel, sin quitarle el ministerio de la vivienda que es la caja grande para regalar sin medida y guardarse el vuelto.

Mariahé Pabón