Manos blancas son también manos limpias, y debe ser en esta última acepción que Chávez le ha declarado la guerra al símbolo que, desde que decidió instaurar su ominosa dictadura en Venezuela, viene acorralándolo.
Manos de jóvenes, de estudiantes, puras, sin callos ni maltratos y sin otra certeza que, de mantenerse quietas, inmóviles e inactivas en poco tiempo serán esposadas y llevadas a tribunales controlados por sicarios judiciales que los enviarán a cárceles o los forzarán al exilio.
Como las que una vez alzaron el vuelo para ponerle fin a la dictadura de Juan Vicente Gómez o comenzar la cuenta regresiva que acabó con el gobierno tiránico de Marcos Pérez Jiménez
Manos aptas para aprender y enseñar, para abrirse y liberar, para crear y pacificar y en ningún sentido identificadas con la represión y la violencia que desde hace 11 años vuelve añicos las libertades, los derechos humanos y el futuro de los venezolanos.
Manos libres y frente a Chávez, frente al militar en uniforme de combate, con boina y fusil y que vomita amenazas, guerras, batallas, revoluciones, rodeado de congéneres tan o más violentos que él, o de empleados públicos presionados por la soga del empleo a perderse, si no asisten a un acto más en una puesta en escena donde la comedia casi no tiene tiempo de cambiar de trama, textos, ni personajes.
Un Chávez asustado, miedoso y aterrorizado en definitiva, como que sabe que ya el tiempo no le alcanza sino para amenazar y reprimir, para vociferar que tiene tanques y aviones, sicarios y mercenarios y hordas de civiles que pueden salir a sembrar el pánico y la destrucción como la que sufrieron los merideños hace tres semanas.
Dos estudiantes muertos y veintenas de heridos, urbanizaciones tomadas a punta de balas, e instituciones de la ULA, de la gloriosa Universidad de los Andes, arrasadas por el fuego que consumió archivos, historias e incunables.
Del humo tratando de callar las voces de Don Tulio Febres Cordero, Mariano Picón Salas, Pedro Rincón Gutiérrez, Freddy Siso, William Dávila y Léster Rodríguez.
En breve, una fuerza de ocupación secundada por individuos al margen de la ley y con licencia para matar de currículo cincuentenario como Ramiro Valdés, o de este corruptísimo, Julio De Vido, vergüenza de su país y de América latina, que después de ayudar a sus amos, los Kirchner, a que Argentina amaneciera el jueves importante carne de Uruguay, viene y que a contribuir a solucionar la crisis eléctrica venezolana.
¿Cuántas turbinas, o piezas de turbinas obsoletas, o de termoeléctricas ya convertidas en chatarra, de tendidos o estaciones de los años 50, 60 0 70 le venderán a Chávez como nuevos, de última generación, al sabio que descubrió que la solución de los problemas de la alta tecnología no está en los países que crearon la alta tecnología, sino en sus subsidiaros, en los que la importan y precariamente la imitan, como pueden ser Rusia, China, o sencillamente la piratean como Cuba e Irán?
Países que, por esas mismas razones, no logran disponer de un servicio eléctrico adecuado, en algunos de los cuales se hacen esfuerzos para que deje de ser así, como Rusia y China y en otros, como Irán y Cuba, se somete a la población a feroces racionamientos que prácticamente hacen el suministro prácticamente inexistente.
Pero mitificados por este venezolano de otros siglos que no sabe que existieron Tesla y Edison, Ricardo Zuloaga y el Curro Aguerrevere e ignora a General Electric, Westinghouse, la gigante suiza-sueca ABB y la española Abengoa, responsables, sin exageraciones, de que el Tercer Mundo civilizado sea una parte del planeta cada vez más iluminado.
Cuba, el mejor ejemplo de lo contrario, con sus ciudades y pueblos casi oscuras, con su economía y servicios colapsados, sobreviviendo con las ayudas que le envía Chávez y asolada por una gerontocracia que no quiere oír hablar de otra cosa que de represión y controles, de eternidad y momificaciones, de medicina para los moribundos pero no para los que van a nacer, y empeñada en perpetuarse en la simplezas de un militar venezolano de baja graduación que en mucho sentidos es mayor que ella, en cuanto que, es un premarxista, prelógico y premercantilista.
De ahí que esté, la gerontocracia, emigrando y refugiándose en Caracas, integrándose a los equipos de un gobierno para el cual la agenda básica es política pero no económica, ideológica pero no humana, extranjera pero no nacional, histórica pero no real, instrumental pero no conceptual.
Una congregación esperpéntica que apenas podría rastrearse en las “pinturas negras” de Goya, lo cual explica, por qué en vez de la luz busca las sombras; de la globalidad, la localidad; de la transparencia, el misterio; de la apertura, los cerrojos; de la inclusión, la exclusión; y de la discusión, la imposición.
La crisis del sistema eléctrico venezolano…Y que situación más apropiada para corroborar la inviabilidad e ineficiencia del llamado sistema socialista en todas sus expresiones, sea que se intente instaurar en países inmensamente pobres como Etiopía, medianamente pobres como Cuba, o entre pobres y ricos, como la Venezuela prechavista.
Ejemplo, este último, de que se trata de un modelo de planificación centralizada altamente ineficiente, que incinera recursos, energía y oportunidades con la eficacia de una explosión piroclástica que solo deja a su paso desolación, hambrunas, desigualdad, injusticias y violaciones gigantescas de los derechos humanos.
La Rusia soviética, la China de Mao, y los países de Europa del Este de la época de la utopía marxista, lo corroboran y dejan claro hacia donde se dirige Venezuela, si los venezolanos no ponen fin a la autocracia.
De ahí, que sea también indesligable del establecimiento de dictaduras totalitarias que arrasan con las libertades colectivas e individuales en general y con la libertad de expresión en particular, en tinglados donde solo hay una voz y una sola orden, de modo decir que los atropellos, las tropelías y abusos que se comenten con el respaldo de la voluntad popular.
Todo lo que vimos, en definitiva, en Fuerte Tiuna, el pasado jueves 4 durante el ritual de celebración del golpe de estado del 92, cuando un militar en uniforme de combate, rodeado de huestes armadas y preparadas para la represión y de civiles, algunos ideologizados y otros obligados a desfilar contra su voluntad, hicieron de contraparte a la Venezuela joven, estudiantil, libertaria, y democrática y sin otras armas que la verdad, el coraje, la frescura, y su desprecio por la mandonería y el autoristarismo que destruyen a Venezuela.
Y decidida a vencer, y sin que la intimiden fusiles, anacronismos, cuarteles, uniformes, desfiles, patria o muerte, y todas esas antiguallas que tienen milenios mostrándose ineficaces contra los libres y al final terminan como los grillos de Gómez, y los aparatos de tortura de la Inquisición española, o de los cárceles de Stalin, los campos de concentración de Mao, o la granjas de reeducación de los hermanos Castro.
De todo cuanto, no puede soportar el resplandor de las manos blancas y tienen que reducirse a lanzar amenazas que, aun en el caso de que se perpetraran, están condenadas a la derrota.
MANUEL MALAVER