miércoles, 10 de febrero de 2010

La mano negra





Con el sentido de la oportunidad que lo caracteriza, un presunto
vocero del movimiento estudiantil gobiernero (que lo único que tiene
de "movimiento" es que mueven al mismo bojotico de gente de aqui
pa’llá en autopullman de lujo) está invitando a una marcha el 12 de
febrero y que para demostrar que los jóvenes están cuadrados con
Miraflores.

Respuesta, sin lugar a dudas, al quejío del ciudadano Presidente de la
República en contra de las "manitos blancas" que se le aparecen en el
estadio y hasta en la sopa y, como en el caso de la crisis eléctrica,
nadie en el chavismo sabe qué hacer con eso. Por lo mismo, salen estos
funcionaritos públicos (todos esos supuestos dirigentes "juvenilesª"
tienen cargos en el gobierno) a pasarse de jalamecates e inventan una
dichosa marcha nada menos que un viernes fin de quincena e inicio del
carnaval. Repito: Marcha juvenil obligatoria, fin de quincena, viernes
prerrumba de carnaval.

O sea, chamo. Tas mal.

Después, me cuentan (me lo dijo Carlos Blanco, me lo confirmó Juan
Carlos Zapata, en fin, lo vio una gentará), que el Presidente se puso
unos guantes negros para tomar la espada de Bolivar y demostrar que no
es cierto lo que andan diciendo sus admiradores de las FARC, es decir,
que quien la tiene mas grande soy yo. Pequeño detalle. Se puso guantes
negros. Cabe imaginarlo frente al espejo, dispuesto a acariciar una
vez más a la espada del Padre de la Patria dudando. "¿Si me pongo
estos guantes blancos me irá a regañar Ramonet porque use un símbolo
del enemigo... me irán a sacar con mis manitas blancas en Globovisión
10 veces al dìa...?" Ya se veía, seguramente, retratado en cuanta
primera plana se le atravesara, vistiendo semejante señal de derrota.
Pero igual lo agarró el sin nariz, porque el Presidente optó entonces
por el símbolo clásico del fascismo: los guantes negros, los que no
dejan huellas de delito alguno. La mano negra, la mano peluda, dirían
sus adversarios.

Y es aquí cuando una echa mano del viejo refranero popular y concuerda
en que el ocio es la madre de todos los vicios. Porque hay que estar
bien, pero bien desocupado, por decir lo menos, para andarse
deteniendo en semejantes sandeces, sobre todo cuando es público y
notorio que ninguno de sus "colaboradores" tiene capacidad de maniobra
como para dejarlos, solos solitos, gerenciando cualquier oficina
pública mientras su jefe se distrae frente al guardarropa y sus
connotaciones fashionpolìticas.

Que con guantes blancos sí debería andar, señor Presidente, pero no
para rezarle a Bolìvar o sumarse a las protestas estudiantiles, sino
para rozar con el índice las cuentas de sus ministros y funcionarios
más cercanos para ver cuán sucias están, como hacían antes las amas de
casa para descubrir el polvo sobre los muebles. Guantes blancos, señor
Presidente, para abrir silenciosamente la oficina del Contralor
General de la República y averiguar si ese ciudadano sigue con vida o
le dio un soponcio sobre el escritorio y nadie se ha percatado de
ello. O para visitar los barrios y darle la mano a sus votantes, sin
miedo.

O dársela a los presos de El Rodeo, sin asco.

Yo, por lo pronto, propongo que los usemos otra vez. Que andemos cual
Audrey Herpburn, no sólo evitando gérmenes o militando silenciosamente
en la elegancia, sino apoyando a los estudiantes y, de paso, ayudando
a algun empresario de esos que se fajan a producirlos y generar
empleo.

Quien quita si a punta de miles y miles de manitos blancas terminemos
reconstruyendo al país.



Elizabeth Fuentes